¡QUE COMIENCE EL ESPECTÁCULO! (por Susana Mérida)

Hoy, Día Internacional contra el Cáncer, nos complace compartir en este espacio dos historias de superación personal que una alumna muy especial ha tenido el valor y la valentía de compartir con nosotros. Un fantástico testimonio y una gran lección. Gracias, Susana Mérida.

¡Qué comience el espectáculo!

No miento si os digo que hace un año mismamente, antes de ser diagnosticada de cáncer de mama, pensaba que éste era sinónimo de muerte, una enfermedad horrible y decadente, que degrada tu físico hasta el punto de no reconocerte en el espejo: alopecia, pelucas, pañuelos, vómitos, incertidumbre, abatimiento, cansancio, depresión…

Sin embargo, a los siete meses de haber terminado con mis sesiones de quimio y radio, he de concluir que mi experiencia no puede estar más alejada de lo anteriormente expuesto. Jamás pensé que algo tan pernicioso como un cáncer pudiera traer consigo el hálito de un nuevo renacer en todos los sentidos. Un trance que me ha permitido sondear ciertos aspectos de mí misma y de mi cuerpo que, aunque intuía, estaban dormidos, esperando ser descubiertos. Una transformación silenciosa e intuitiva que he ido hilvanando con el hilo de la esperanza y la convicción de que, a pesar de todo, estaba en el camino correcto. Una metamorfosis forzosa y hermosa en la que me he visto rodeada y arrastrada por un río de gente, una corriente humana maravillosa y la sensación creciente de estar en paz conmigo misma y en sintonía con el universo.

Para renacer primero hay que morir. Vivimos en un mundo plagado de calamidades y al mismo tiempo de belleza, donde lo verdaderamente importante son las personas y nuestra actitud ante la vida. Somos serpentinas que giran una y otra vez entre las sombras, aglutinando miserias y sufrimiento. Somos cerrazón, terquedad y recelo. Vivimos constantemente ofuscados por miles de prejuicios que proyectamos en los demás.

Por extraño que parezca, hoy no me puedo sentir más agradecida a la vida por haberme dado la ocasión de pasar por esta experiencia, por haber tenido la oportunidad de nacer de nuevo, de reinventarme. Atesoro como uno de los momentos más emocionantes de mi vida la mañana en la que me rapé la cabeza, sola y medio desnuda frente al espejo mientras sonaba la música de mi cantante favorita… Tampoco olvidaré el momento en que salí por primera vez de casa con peluca y dije para mí: “¡Que comience el espectáculo!”.

Pues he de decir que desde que libré esta hermosa batalla siento la vida con más intensidad, ahora cada día es una hermosa melodía que no quiero que se acabe. Me siento alegre y vibrante al morder mi tostada matutina y sorber mi aromático café, al salir a la calle y ser deslumbrada por un sol apabullante, al verme coreada por mis perros, al saludar a mis vecinos y charlar animadamente con las niñas del súper o con el quiosquero...

Me siento privilegiada por vivir en esta parte del mundo y por disponer de tratamientos y profesionales especializados en mi enfermedad, por trabajar día a día en lo que me gusta, por contar con unos alumnos excepcionales y respetuosos que aprecian mi trabajo y por tener a mi pareja, que me ama, acompaña y apoya discreta e infatigablemente en todo lo que hago.

En fin, hay tantas cosas que quiero hacer y tengo tantos sueños por cumplir, tanto que dar y tanto que compartir, que solo espero vivir lo suficiente para devolverle a la vida todo lo que me ha dado y que vosotros, mi familia y amigos lo veáis.